Trias ve "lógico" dedicar una calle a Samaranch
JOAN
ANTONI SAMARANCH
21 de abril de 2010, ha muerto J.Antoni Samaranch
uno de los promotores y padre del barrio, juntamente con Enrique Banús , Lluís Sentís, Marià Ganduxer, Gines
Vivancos, Porcioles y alguno más del que ahora mismo no se nos viene a la memoria..
Es una pena que todos lo recuerden por su aportación
al deporte y a los juegos olímpicos de Barcelona 92, tal vez incluso se le
recuerde por su presidencia en la Caixa , lo que quizás pocos recuerden es que
fue uno de los especuladores de este nuestro
barrio, en el que aun, hoy día seguimos sufriendo las penurias y precariedades
de su mala construcción.
Este hombre, hoy en su
ultimo adiós, aclamado por buena parte de nuestra clase política, fue afiliado
de Falange. Inició su carrera
política como concejal de Deportes en el Ayuntamiento de Barcelona (1955-1962), organizando en dicha ciudad
los II Juegos del Mediterráneo y posteriormente fue designado Delegado
Nacional de Educación Física y Deportes (1967). En el año 1964 pasa a ser
procurador en las Cortes franquistas donde estuvo presente en tres
legislaturas, hasta 1977.
“En los años 50 el
financiero Enrique Banús compró los terrenos de Font Magués que habían sido
descartados para la construcción de un cementerio municipal por los altos
índices de humedad de la zona.
“Lo que era malo
para los muertos era bueno para los vivos”.
En el año 1963 se aprueba el
Plan Parcial de Font Magués y empieza la construcción del polígono de viviendas
“Ciutat Meridiana” a cargo de Urbanizaciones Torre Baró S.A. nacida en 1957 por
iniciativa de E. Banús y con un consejo de administración formado por Joan
Antoni Samaranch, entonces presidente de la constructora, el Secretario de la
Diputación Lluís Sentís, el regidor Marià Ganduxer y el periodista del “El
Noticiero Universal” Ginés Vivancos. La Banca Rothschild también tenía
intereses en esta sociedad.
Se empieza edificando viviendas sociales
subvencionadas en la parte alta de la montaña para los trabajadores de las
factorías SEAT, PEGASO y Hispano Olivetti. Estas casas empiezan a ser habitadas
sin ningún tipo de infraestructura ni vial ni de servicio en los alrededores.
Cuando se inicia la construcción de viviendas en la parte baja de la montaña es
cuando empiezan a crearse algunos servicios. La empresa promotora se
comprometió con el alcalde de Barcelona, Porcioles, que en un futuro próximo
instalarían en el barrio todos los servicios que hacían falta tales como el
mercado, escuelas, ambulatorio, complejo deportivo…
Ciutat Meridiana se pone a
la venta como una urbanización ajardinada y con buena climatología.
Pero lo que se había
prometido como un lugar con buenas condiciones climatológicas pronto se
convirtió en el barrio de las humedades por excelencia; humedades y grietas que
no eran fruto solo de la climatología del lugar sino de la deficitaria
construcción de las viviendas, la mayor parte de las cuales tenían una
estructura externa incompleta y defectuosa. A esto también había que sumar la
baja calidad de los materiales utilizados. Según un estudio de la Fundación
Bofill se necesitaba abaratar los costes para vender a bajo precio.”
La muerte de Samaranch
ha puesto el dedo en la llaga. En medio del debate sobre la Falange y Garzón,
el falangista que llegó a ser jefe del deporte internacional ha puesto las
cosas en el lugar que exactamente ocupan. El ataúd recibirá todos los honores
en el Palau de la Generalitat (¡vergüenza!) y la clase política que hizo la
transición inclinará la cabeza delante suyo. Atado y bien atado...
Es inaudito. El país oficial se libró ayer a la ceremonia de glorificar a Samaranch con delirio y viejo estilo: cerrando filas y escondiendo la verdad. Un recorrido por la mayoría de los diarios o por la mayoría de las webs de los partidos y de las instituciones era bien aleccionador. No es que destaquen, más o menos, el paso por el olimpismo y la contribución a Barcelona 92. No. Lo que hacían era diferente y grave: esconder tanto como podían su pasado franquista. Como si no hubiese existido. Como si se hubiese olvidado aquel grito de 'Samaranch fot el camp!' [¡Samaranch lárgate!], entonado por los demócratas de todos los colores al final de su paso infausto por el Palau de la Generalitat que él ocupó, en el sentido militar del término, como presidente de la Diputación. Como si no hubiesen existido sus negocios extraños. Como si no hubiese vestido nunca el uniforme del Movimiento.
Muchos de los que ayer tiraban florecitas a Samaranch, antes de ayer se exclamaban porque la Falange pudiera llevar a juicio a Garzón. Lo hacían con una capacidad de olvido selectivo monumental, porque hay que recordar que la Falange era precisamente el partido de Samaranch.
Ahora, este olvido selectivo no es inocente y tiene consecuencias. Por un lado, deja sin legitimidad a la oportunista campaña pro-Garzón (¿o es que diremos ahora que hay falangistas buenos y falangistas malos?). Por otro lado nos recuerda que el éxito y el poder pueden hacer bueno a quien sea y que hay momentos en que todo parece que tenga un precio. Finalmente, y esto es lo peor, nos pone de cara a la pura realidad: somos un país impotente a la hora de superar el franquismo, incapaz. Y en el miedo reprimido y en la incomodidad ridícula de ayer era visible que eso es así también porque la clase política que tenemos proviene de la renuncia o de la incapacidad de derrotarlo y de la acomodación en unas reglas del juego marcadas y con trampa que treinta y cinco años después aún prevalecen.
Se ha llevado a la tumba su oscuro pasado con la camisa azul de la Falange
sin arrepentimiento y sin saber la hipoteca que dejo en estos barrios.
Asociación de Vecinos de Ciutat
Meridiana
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