OCHO HORAS DE TRABAJO, OCHO DE
DESCANSO Y OCHO PARA
EL OCIO.
“La historia se ha acabado.”
Francis Fukuyama. Filósofo neconservador norteamericano.
Como todo el mundo sabe, los criterios
culturales del actual gobierno son, en sus efectos, comparables a los de la
inquisición. No es que torturen y peguen fuego a los artistas e intelectuales,
pero los han dejado sin un duro y eso, hoy en día, es casi lo mismo. No es que
censuren la nuevas ideas y flagelen públicamente a sus predicadores para que
esas ideas no lleguen a la gente, simplemente los condenan al ostracismo.
Los efectos palpables en nuestros
barrios tienen tres maneras inmediatas de manifestarse:
-La
oferta que nos llega o que se genera aquí, teatro, charlas, talleres,
recitales, conciertos, etc. es mucho menor, en la medida que los recursos
económicos mínimos necesarios han desaparecido.
-Las
posibilidades de adquirir cultura para las clases más bajas de nuestra
sociedad, es decir nosotros, ha disminuido, cuando menos en un 15% que es en lo
que se ha incrementado el IVA en los productos culturales. Las 'clases
intermedias' lo arreglan atornillando en la misma medida al que tienen debajo,
pero nosotros no tenemos a nadie.
-Nuestros maestros, y en general los
profesionales que se dedican a la dinamización cultural, acabarán bajando su
nivel de dedicación a nuestros chavales. No es lo mismo tener como máxima
preocupación la educación de los alumnos, a que ese espacio mental lo ocupe la
preocupación por llegar a fin de mes. Así como, tampoco es lo mismo, disponer
de los adecuados medios técnicos para hacer tu trabajo, que trabajar con
dotaciones obsoletas, escasas y deterioradas por el uso excesivo.
Sin embargo la cultura no se limita sólo
a esos niveles, ni mucho menos. Como es bien sabido, la cultura impregna hasta
los más nimios actos de nuestra existencia, es decir, la 'política cultural'
del gobierno y los tres efectos mencionados, serían tan sólo la punta del
iceberg. Nos convendría agrandar la perspectiva e intentar tomar conciencia, ni
que sea aproximadamente, de las verdaderas dimensiones del iceberg.
Puestos a tomar perspectiva, no nos
quedemos cortos porque las agresiones a nuestros derechos también son de 'largo
alcance'. Sí entendemos la historia desde el único punto que tal disciplina
tiene sentido, es decir, como descripción de la forma y manera en que la
humanidad va consiguiendo que cada vez más gente sufra menos, la pretensión de
los ricos del mundo es parar la historia. Ni más, ni menos. No debiera sorprendernos, esa es una
pretensión que siempre han tenido las clases dominantes, perpetuarse en el
poder evitando por todos los medios que la historia, en el sentido que a
nosotros nos interesa, siga avanzando.
Por contra, el lógico empeño de las
clases oprimidas es hacer que la historia siga adelante, por lo menos hasta un
punto donde la explotación del hombre por el hombre, desaparezca. Empeño y
responsabilidad, si no queremos que nuestros hijos, nietos y siguientes
generaciones nos miren como a unos pobres tarados a los que ponían un aparato
electrónico delante y se dejaban robar la cartera. Tal y como nosotros miramos
a los siervos de la edad media, a los que les ponían un cristo delante y se
dejaban robar hasta el virgo de la hija. Sin embargo, los siervos tenían la
escusa de que eran muy ignorantes y que vivían traumatizados por la proximidad
de la muerte, algo muy presente y cotidiano en aquellos tiempos. Pero nosotros,
cuando menos en el ámbito europeo, gracias a la dignidad, el empeño y la
responsabilidad histórica que nuestros mayores tuvieron el coraje de asumir, no
somos ignorantes y disponemos de medios para cuidar nuestra salud y alejar
razonablemente el espectro de la muerte. La enseñanza y la salud son derechos
universalmente reconocidos.
Que sea justo ahí, en esos derechos absolutamente
fundamentales, donde nos estén dando, no responde solamente a los corruptos
intereses de nuestros gobernantes. Sí sus amos, los ricos del mundo, se lo
permiten es porque también beneficia sus intereses: Desproveernos de esos
derechos que son, precisamente, los que establecen las condiciones para pegarle
un buen empujón a la historia.
En ese empeño, el de seguir progresando, tiene
un papel fundamental el derecho a la cultura, entendiéndola, no sólo como los
conocimientos y actividades que nos permiten una salud física razonable,
encontrar trabajo y entablar unas determinadas relaciones, sino, y sobre todo,
como la herramienta que nos permite entender lo que ocurre a nuestro alrededor.
Un alrededor que, en la medida que vivo y dinámico, mantendrá nuestra mente
viva y dinámica, es decir, en condiciones de poner su grano de arena en la
tarea de progresar.
Es aquí cuando viene a cuento el título de este
artículo. De esa reivindicación sagrada de la clase obrera, que nuestros
mayores forjaron con su sangre y que nosotros somos incapaces de hacer que se
cumpla efectivamente, de esa reivindicación, digo, lo que verdaderamente no
soportan son las ocho horas de ocio. Ellos, los ricos del mundo, lo que quieren
son ocho horas de descanso, dieciséis de trabajo y punto. ¡Ah! ...y los
desplazamientos y las comidas, a cuenta de las ocho horas de descanso. No se
trata tan sólo del interés económico que eso les supone. ¡Que va! Para ellos es
una cuestión de supervivencia. Me explico.
Si ese granito de arena en la tarea de
progresar puede objetivarse, no será mientras estamos sumidos en la mierda de
trabajo que nos imponen, o cuando dormimos. Será durante ese tercio que
dedicamos al ocio. Será durante ese espacio de tiempo cuando la lucidez, poca o
mucha, se ponga de manifiesto. Será entonces cuando nuestra capacidad de soñar,
poca o mucha, se haga efectiva. Será ahí cuando, pensando en nuestros hijos, en
nuestros nietos, en los de nuestros compañeros, se nos ocurra que otro mundo,
sin la terrible explotación del hombre por el hombre, es posible. ¡Y ahí es
donde les duele!
De manera que, y esto es lo que quiere decir
este artículo, cuando castigan a los maestros de nuestros hijos, lo que hacen
es empobrecer la capacidad intelectual de los chavales y garantizarse futuras
generaciones de obreros sin capacidad de soñar. Pero cuando nos obligan a
utilizar más tiempo para conseguir los recursos mínimos, cuando nos obligan a
jubilarnos más tarde, nos están robando ese tercio de nuestra vida
absolutamente necesario para el progreso, para que la historia avance. Cuando
los espantapájaros que están al frente de los gobiernos, nos vienen con la
canción de trabajar más, o cobrar menos que es lo mismo, lo que están
intentando es acabar con nuestro derecho a soñar y, por ende, con nuestro
derecho a luchar por esos sueños.
Sin ilusiones, sin la capacidad de soñar, la
historia no avanza. Y si no avanza, retrocede porque quieta no se queda. Por
más que lo intenten.
Juanma.
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