RETOMAR LA INICIATIVA.
La burguesía, los amos de
la finca, los que se sientan en los consejos de administración de las entidades
político-económicas, es decir, los que deciden donde va el dinero, dicen que el
trabajo es una mercancía más y, en consecuencia, debe estar sometida a las
leyes del mercado.
La afirmación es falaz
porque plantea el trabajo como si fuera una parte subordinada al mercado,
cuando la cosa es exactamente al revés. Sin trabajo que produzca mercancías no
es posible el mercado, pero el trabajo sigue siendo necesario y posible sin
mercado. Decir otra cosa es sostener que la sed existe para que los fabricantes
de refrescos se hagan ricos.
El mercado es necesario
porque en algún lado se ha de intercambiar el trabajo de unos y otros. Es decir,
el mercado ha de estar al servicio del trabajo y configurarse según las
necesidades de las personas que lo producen. Paradójicamente, ya desde los
albores del capitalismo, es el mercado quien manda. Fabricamos o empleamos
nuestro trabajo en producir las mercancías que, según 'el mercado', se
necesitan. Consecuentemente es el mundo del trabajo el que se subordina y
amolda a mercado. Históricamente esa prioridad del mercado tiene sentido en la
medida que sin el comercio, todavía estaríamos en la Edad de Piedra.
Para que el mercado
funcione con un mínimo de agilidad es necesario algún tipo de representación
del valor del trabajo que ha producido la mercancía. De esta manera, como
subproducto del mercado que, a su vez, es un subproducto del trabajo, surge la
moneda, el dinero. No tardan en aparecer los que convierten la moneda en otra
mercancía dando lugar a los financieros que, durante la edad media, se conocían
como usureros. Las especiales características del dinero como mercancía, pues
al contrario del resto incrementa su valor con el sólo paso del tiempo, ha
permitido al sector de la usura acumular ingentes cantidades de trabajo y, en
consecuencia, convertirse en los amos del chiringuito.
También es cierto que sin
las grandes acumulaciones de dinero no se hubieran podido emprender los
proyectos que han configurado el actual sistema de producción y, en
consecuencia, todavía estaríamos clavados a la tierra y esperando que llueva.
Si los faraones no hubieran robado tantísimo trabajo a su pueblo, nunca se hubieran
construido las pirámides. Sin el despiadado y eficaz control del trabajo, ya
sea por medios burocráticos o de 'mercado libre', que pone en manos de las
elites fabulosas cantidades de trabajo, ya sea en forma de tintineantes monedas
o de documentos que acreditan su posesión, nunca hubiera sido posible la tan
cacareada 'Conquista del espacio'.
Todo lo cual no impide preguntarse para qué diantres nos
sirven tanto las pirámides como la 'Conquista del espacio'. Rápidamente los
burgueses nos contestaran que lo importante no son las pirámides o pisar la
luna, sino los miles de sueldos que tales proyectos proporcionan, gracias a los
cuales mucha gente tuvo o tiene un sustento, a la vez que, tal y como ocurre
con las guerras, dicen ellos, incentivaron e incentivan los adelantos técnicos.
Nueva mentira que pone
como motor del progreso a las atrocidades y latrocinios que han permitido, y
permiten, la acumulación del capital necesario para emprender sus guerras y sus
proyectos faraónicos. Aventuras que, aparte de los tristes sueldos que se van
al poco de llegar, nunca se resuelven con beneficio para los que generaron la
riqueza o capital necesario con su trabajo. También aquí es lícito preguntarse
si las cosas no podrían ser de otra manera. Pensar que, efectivamente, 'OTRO
MUNDO ES POSIBLE' y empeñarse en diseñarlo.
No obstante, un
convencimiento como ese, 'otro mundo es posible', sólo es concebible ahora, en
este punto de la historia, cuando, a costa de lucha y sufrimiento, hemos
conseguido arrancar a los burgueses un cierto e insuficiente bienestar social.
Ahora que pretenden romper todos los pactos sociales alcanzados. Ahora que, tal
y como se evidencia en Ucrania y el Oriente Próximo, se preparan para otro de
los espantosos holocaustos que tantos beneficios les proporcionan. Ahora que,
después de tan duro aprendizaje, sabemos que 'SI SE PUEDE'.
Se puede diseñar y
aplicar un mercado orientado a las necesidades de la gente, donde se
intercambie trabajo real y no trabajo potencial en manos de masas perfectamente
sometidas. Un mercado donde el precio sea fiel reflejo de la necesidad. Un
mercado donde las acciones de una empresa se valoren por la necesidad y
eficacia reales de sus productos y no por la plusvalía que es capaz de robarle
a sus trabajadores. Se puede porque disponemos de la tecnología necesaria y
sabemos manejarla. Aunque ahora se empeñen en amenazarnos con multas y cárceles
si la utilizamos para nuestros intereses.
Se
puede diseñar y aplicar una sociedad donde el vínculo entre las personas sea el
interés real y no el potaje burocrático y clasista que nos hace tragar la
burguesía. Una sociedad donde el trabajo sea la única fuente de derecho y
poder, y no el dinero o la fuerza. Una sociedad donde el individuo, verdadero
depositario del trabajo, pueda ejercer en cualquier momento el poder al que su
trabajo le da derecho. Una sociedad donde el individuo disponga del control
permanente de su trabajo. Una sociedad donde no se delegue el poder a ningún
aparato ideológico por más acertados que sean en sus análisis. Una sociedad
donde el colectivo no sea una entelequia publicitaria, sino la reunión de
intereses socialmente convergentes. Una sociedad, en fin, donde la asamblea sea
soberana. Se puede porque disponemos de la tecnología necesaria y sabemos manejarla.
Pero, sobre todo, nos urge poder porque cada vez está más claro por dónde va la
'administración' burguesa: De vuelta al feudalismo.
Sin embargo, para que algo sea posible es necesario definirlo,
ensayarlo, hablar de ello. Por eso, hoy más que nunca, para que ese otro mundo
sea posible, conviene redefinir conceptos, releer la historia y replantear los
objetivos sociales, según loa intereses. Sin embargo los medios de
comunicación, hoy más que nunca, ocultan cualquier alternativa al sistema
establecido. De esas cosas no se habla pero nosotros necesitamos saber de qué
hablamos al decir que 'otro mundo es posible'. No se trata de elaborar y
asimilar grandes teorías y manifiestos, esos ya están hechos y asimilados. Se
trata del día a día, de lo cotidiano, no necesitamos tratados enciclopédicos,
lo que hace falta son manuales 'paso a paso'.
Sabemos cómo se educa
para que el alumno llegue a ser un sumiso y alienado trabajador, pero hay que
hablar de la actitud que ha de tomar el docente frente al alumno para que
llegue a ser libre, capaz de ejercer sus derechos sin violencia. Igualmente
tenemos ejemplos de cómo se monta un sistema sanitario orientado a mantener el
cuerpo listo para el trabajo, pero tenemos que hablar de como se monta un
sistema sanitario orientado a mantener el cuerpo en condiciones de convivir con
los demás y disfrutar de la vida. Conocemos, porque lo sufrimos, como se monta
un sistema de producción con el objetivo de enriquecer a unos cuantos
espabilados, pero tenemos que hablar de como debiera ser un sistema de
producción con el objetivo de cubrir las necesidades de la gente.
Necesariamente se trata
de un aprendizaje práctico, como el montar en bicicleta. Cuando ellos hablan de
religión en las aulas, hablemos de convivencia ensayando una escuela que forme
gente libre. Cuando nos hablan de restringir el sistema sanitario, hemos de
exigir que decapiten la administración y sometan sus funciones a la asamblea de usuarios, ensayando esa sanidad
orientada al bienestar de las personas. Cuando nos hablan de bajar los sueldos
para abaratar costes, debemos exigir que, para abaratar costes, bajen los
beneficios y no los sueldos, ensayando ese sistema productivo pensado para la
gente.
Se trata de tomar de
nuevo la iniciativa. De decidir nosotros cómo han de ser las cosas, no ese
monstruo inmundo al que llaman mercado. Y si sus beneficios son el impedimento,
quedará muy claro qué está sobrando para que otro mundo sea posible.
Juanma
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